5 de agosto de 2019

NO SE NEGOCIAN LOS TÉRMINOS DE DIOS III

NO SE NEGOCIAN LOS TÉRMINOS DE DIOS III








Arrepentirme de mis malas decisiones, me acercan a Su corazón

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En el estudio, anterior nos quedamos en la parte que Abram recibe la bendición  divina, cuando Dios le pide una serie de animales para un holocausto y queda preparado para que sea consumido. Y está es la tercera parte:

Jesucristo mismo es, quién toma tus ofrendas y las prepara adecuadamente para ser presentadas al Padre, en Santa comunión, en vínculo perfecto entre el Hijo y el Padre, porque solo Jesucristo  conoce los tiempos del Padre,  así que, nosotros solo tenemos  que cuidarlas, pues el enemigo  se las puede robar o comer por nuestro descuido. Jesucristo después de partirlas las consumirá, presentando por nosotros esta ofrenda de pacto que él mismo propuso para la gloria del Padre.


Vemos por lo tanto, a partir del versículo 13, que Dios prometió que el pueblo de Abram que aún no existía, sería extraditado, esclavo y oprimido, allí en la tierra donde vivían, pero que pasado 400 años, volverán a aquel sitio que Dios prometió para que vivan todas las promesas que Dios le daba a él.

Por eso,  a lo largo de esta historia conoceremos a un Profeta que llevaría al Pueblo que clamaban al Dios vivo por su libertad, a Moisés. Este le creyó,  tanto  como su papá Abraham le creyó a Dios y asumió, a pesar de su carácter, llevar al pueblo por medio del desierto, guiándoles a la tierra prometida, para que vivieran las promesas que Dios había dado.

El libro del Éxodo, nos ilustra todo lo que debemos de aprender de esta gran proeza de  parte de Dios. Vemos como actuó en contra del rey egipcio y contra su pueblo. Aprendemos como liberó al pueblo de Israel, haciéndoles ricos de la noche a la mañana, como los sustentó a diario con Maná, como no permitió que sus calzados y ropas se agotaran mientras durará el trayecto entre Egipto y la tierra prometida, el cual era tan solo  un viaje inicial de 120 días, pero la dureza del corazón del hombre, por su incredulidad, por sus pasiones de servir a dioses falsos, les hizo que esos 120 días se convirtieran en 40 años por el desierto. Promesas que aún actúan y viven en nosotros. Debemos de saber llegar a buen término con Dios,  para que se cumplan cada una de sus promesas en nosotros.

Dios había sido muy claro con Abraham al darle las promesas, pues este pueblo de Israel, debía de tomar en posesión, toda la tierra de Caanán, expulsando o exterminando a todos los que allí vivían, pues Dios sabe que tan frágil e infiel es el corazón del hombre.

Durante esos 40 años en el desierto el pueblo de Israel solo tenía que adorar a Dios. Para que el pueblo se ocuparán de esa adoración al Rey Celestial todo poderoso, él mismo proveía de Maná y de agua todos los días de las semanas y es más en los días de descanso, proveía el doble ración para satisfacer las necesidades del hombre, por eso, nunca su calzado se desgastó ni mucho menos su vestido,  como dice en su Palabra:

“Y yo os he traído cuarenta años en el desierto; vuestros vestidos no se han envejecido sobre vosotros, ni vuestro calzado se ha envejecido sobre vuestro pie.”
Deuteronomio 29:5 RVR1960

Por eso leemos, demostrando la gran necesidad de expulsar del territorio que Dios nos da, a aquellos reyes que atesoran tierras y territorios:


“Y llegasteis a este lugar, y salieron Sehón rey de Hesbón y Og rey de Basán delante de nosotros para pelear, y los derrotamos; y tomamos su tierra, y la dimos por heredad a Rubén y a Gad y a la media tribu de Manasés.”
Deuteronomio 29:7-8 RVR1960

Pero, ¿Qué hicieron las tribus de Israel?,  o sea el pueblo de Dios:

“Y los hijos del ceneo, suegro de Moisés, subieron de la ciudad de las palmeras con los hijos de Judá al desierto de Judá, que está en el Neguev cerca de Arad; y fueron y habitaron con el pueblo. Mas al jebuseo que habitaba en Jerusalén no lo arrojaron los hijos de Benjamín, y el jebuseo habitó con los hijos de Benjamín en Jerusalén hasta hoy.”
Jueces 1:16, 21 RVR1960

¡Negociaron lo que Dios les había dado por herencia!

Vamos a ver, ¿Cómo logra mi corazón entender esto y cómo hago para trasmitir lo  que está sucediendo con el pueblo de Dios?

Trataré de mostrarlo por medio de esta parábola: yo soy hijo de Bernardo y Fanny, por herencia ellos me dan una casa en Neiva, pero para poder acceder a ella, tengo que ir a negociar con mis vecinos, decir que voy a vivir allí y además, les tengo que dar una habitación de la casa que me ha tocado por herencia para poder tomar posesión de ella. Esto es,  lo que hizo él pueblo de Dios, negociar lo que por herencia Dios mismo les ha dado. Como ya hemos aprendido,  Dios no quiere que negocies nada porque el sabe que tus vecinos en este caso son más astutos y te llevarán por el camino de la amargura y te harán ir en pos de dioses ajenos delante de él, veamos lo que dice la palabra de Dios al respecto:


Espera la continuación en la próxima entrega.

¡Dios quiere todo de ti!
¡Dios no te comparte con nada, ni nadie!
¡Vive todas las promesas de Dios para tú vida!

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En esta enseñanza,  hablaré acerca  de mi identidad como hijo de Dios. Sí quieres otros artículos completos, entra en la web y lee los estudios allí publicados, compártelo y suscríbete:



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Dios te bendiga y traiga revelación a tú vida de la Mente de Cristo que ya está en ti


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