ENFERMOS EN MEDIO DE LA ABUNDACIA.
Señor no soy digno que entres en mí casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme.
ALGO que nos ha dejado claro este periodo de
pandemia es, las enfermedades y las necesidades de Dios, no reconocen
posiciones socio culturales ni económicas. Así pues, hemos visto a grandes
eminencias científicas caer ante el CV19, como también han sucumbido ante esta
enfermedad, los empleados de las fábricas que hacen las mascarillas que
llevamos actualmente. Hemos sido testigos como esta enfermedad ha atacado a dignatarios
como al personal de limpieza. Tristemente, también hemos conocido como el médico
que advirtió de la cepa del Covid en China, murió por esta terrible enfermedad.
Tanto en la abundancia como en la
escases, la necesidad de Dios y sus milagros, se hace palpable.
“Y recorriendo toda la tierra de alrededor, comenzaron a traer de todas
partes enfermos en lechos, a donde oían que estaba”
Marcos 6. 55 RV60
Jesucristo acababa de
llegar a Genesaret. Él fue por un mandato divino, pero las personas de allí,
todas ellas necesitadas y enfermas no lo habían reclamado ni buscado su favor. ¿Cuántas
veces nos hemos perdido una bendición por no reclamar el amor y misericordia de
Dios a tiempo? ¿Será que el infierno que estamos pasando es por no reconocer a
tiempo nuestra profunda necesidad de Dios?
“Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades
o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les
dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban
sanos”
Marcos 5. 56 RV60
Hoy tenemos dos opciones, actuamos
y reconocemos que Cristo ha llegado a nuestro Jardín de las riquezas. Así le
confesamos nuestra necesidad de él y que nos sane tanto en el alma, como en el espíritu
y como es lógico, en nuestro cuerpo. La segunda opción es salir a orar por los
enfermos y permitir que el Espíritu de Dios inunde a nuestros familiares con su
sanidad, pues somos portadores de su amor, misericordia y luz para las
naciones.
Dios te bendiga.
ENFERMOS EN MEDIO DE LA ABUNDACIA.
Dios te bendiga y traiga revelación a tú vida de la Mente de Cristo que ya está en ti.
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